El Teólogo N°20, actualizado en 7.8.2022
Los profetas en el mundo judío y cristiano tuvieron siempre un destino difícil. Ellos anunciaban a los hombres los mensajes que percibían o perciben en el momento en su interior. Llevaban exteriormente una vida austera de acuerdo con los Mandamientos de su Dios, por ejemplo, los conocidos Diez Mandamientos. Los profetas sufrieron muchas veces largos conflictos internos, hasta que aceptaron esta tarea y pudieron creer en ella: Es el "Espíritu de Dios", que ellos pueden oír en su interior. Y ellos Le pueden servir como portavoz, es decir, como canal para Su mensaje a la humanidad. Esto siempre fue una carga pesada. Y muy pronto los profetas también entraron en conflicto con los sacerdotes y escribas dominantes en aquella época.
Prefacio
Elías – ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos?
Amós – La tierra no puede sufrir todas sus palabras
Jeremías – despreciado, torturado y asesinado por aquellos a
quienes quería ayudar
Profetas de los últimos 2000 años
El Cristo que regresa – ¿El peor enemigo de la Iglesia?
Los siguientes
ensayos sobre tres profetas del antiguo testamento, Elías, Amós y Jeremías, son
ejemplos también de los otros profetas, como p. ej. Isaías, Oseas, Daniel,
Ezequiel y muchos más. El tema "profecía" no es lo que será expuesto aquí. El
autor parte de la base de que las profecías originales de estos hombres son
auténticas y que solo aquel cuya consciencia esté más o menos en consonancia con
el Espíritu y los Mandamientos de Dios, está en la situación de recibir
realmente mensajes proféticos. Cuando este no es el caso, la calidad de
eventuales mensajes en relación al comportamiento del afectado decae. Posibles
mensajes de un médium como este, no provendrían entonces de la consciencia
máxima, Dios. En este sentido también lo enseñó Jesús, quién advirtió para el
futuro de que había que diferenciar entre los verdaderos profetas y los profetas
falsos, ateniéndose a "sus frutos" (Mateo 7, 15). También dijo: "Aún
tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero
cuando venga el Espíritu de Verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no
hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere …" (Juan 16,
12-13)
Las Iglesias, al contrario de esto, enseñan que la profecía,
respectivamente las revelaciones, han terminado con Jesús en forma total, y que
ahora habría comenzado la era de la Iglesia. De manera que si apareciese un
profeta en alguna parte, la profecía debería coincidir con el canon de la
Biblia, como lo estableció la Iglesia. Esto, con otras palabras significa: La
Iglesia no quiere ni necesita gente así, ya que para ella existe la Biblia.
(para más detalles al respecto, ver abajo)
Los ensayos sobre Elías, Amós y Jeremías ya fueron publicados en
1996 en la editorial "Wort, Bild und Ton" y aparecen nuevamente aquí, levemente
corregidos. Las citas provienen todas de los libros de la Biblia. En Elías de
los libros 1ª y 2ª de Reyes, en Amós y Jeremías de los libros homónimos.
"Levántate y come,
porque largo camino te resta." Estas palabras le dice, según el relato en el
libro 1ª de Reyes, un ángel al profeta Elías, quién estaba acostado junto
a un enebro deseando morirse (19, 7). Pero su encargo profético aún no ha
terminado, y Elías, fortalecido, vuelve a levantarse para ayudar a su pueblo
Israel.
Elías vive en el siglo 9 a. C. en Israel. La gente se había
apartado de su Dios, en el cual creían hasta entonces y ahora veneran al dios
"Baal". El nombre "Baal" está por un "dios de la fertilidad", donde no se
explica mayormente qué modo de vida tenían en forma individual. La casa real de
Acab, donde también se veneraba a Baal, hace matar por codicia. El viñatero
Nabot es asesinado porque no está de acuerdo con ceder su terreno – base para la
igualdad social de las familias y estirpe – a la casa real. (1ª de Reyes 21)
El profeta de Dios no mata
Según la tradición bíblica, Elías mata más tarde a los sacerdotes de Baal, pero esto evidentemente es una falsificación histórica. Generaciones posteriores le imputaron esto para justificar sus asesinatos siguiendo el "modelo" del profeta (ver también: Exposiciones sobre Moisés en https://www.theologe.de/sacerdotes.htm). Ya que un verdadero profeta se atiene a los Diez Mandamientos, y no mata. Él en cambio destapa la injusticia sin misericordia y llama a los hombres al retorno. Por esto Elías también es perseguido y constantemente tiene que esconderse. Él también profetiza una gran hambruna que le vendrá a la humanidad, según la ley de Siembra y cosecha ("Lo que el hombre siembra, es lo que cosechará"; que es llamado en la teología sobre el Antiguo Testamento "relación acción-suceso" ["Tun-Ergehens-Zusammenhang"]. Él mismo en ese tiempo, como lo relata la Biblia, es alimentado por cuervos junto a un riachuelo. Más tarde encuentra refugio donde una viuda y su hijo.
"¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos?"
En el momento álgido
de la hambruna, el profeta le dice al pueblo: "¿Hasta cuándo claudicaréis
vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si es Baal, id
en pos de él." (1ª de Reyes 18, 21)
Las palabras del profeta tienen efecto. Después de abandonar al
"dios de la fertilidad", como es relatado, vuelve a llover en el país, sin
embargo, Elías sigue teniendo enemigos, quienes realmente no abandonan a Baal.
Elías ahora huye al desierto, ya no quiere más. Pero Dios lo llama – por la voz
interior de Elías – al monte Sinaí.
Un
poderoso huracán hace temblar las montañas y quebrar las rocas, pero Elías no
oye la voz de Dios. Luego viene un terremoto, pero nuevamente Elías no oye la
voz de Dios. Finalmente se produce un fuego, pero de nuevo nada que pudieses
entenderse como la voz de Dios y que podría llevar al pueblo. Después del fuego
un "silbo apacible y sosegado", y el profeta nuevamente capta en su interior la
voz de Dios para una nueva tarea … (19, 11-13)
"Swing low, sweet chariot"
Al final de su vida
terrenal Elías se encuentra con Eliseo, su sucesor como profeta (ver 2ª de
Reyes 2). Ambos se encuentran junto a la orilla del río Jordán y lo que
luego sucede, aquello que cuentan los esclavos negros de América en el siglo XIX
en su canción: "Swing low, sweet chariot, comin` for to carry me home". Aparece
un "chariot" de fuego, un coche con caballos de fuego y llevan al emisario de
Dios de regreso a los "mundos celestiales", así la canción evangélica "comin`
for to carry me home".
Con Elías también se cierra el libro santo del judaísmo, conocido
por nosotros como el "Antiguo Testamento". En sus últimas frases anuncia que el
profeta Elías volverá o hablará alguna vez de los últimos difíciles momentos en
esta Tierra. Por esto muchas personas en tiempos de Jesús creen que Elías se
había encarnado en la persona de Juan el Bautista. Según las palabras de la
Biblia él "convertirá los corazones de los padres a los hijos y los corazones de
los hijos al de sus padres" para que haya paz. Y quién sabe si no habrá hablado
en nuestros tiempos. Las burlas de los teólogos las tendría en todo caso
aseguradas …
En siglo 8 a. C. los israelitas vivían en un país dividido. El reino del sur (la tribu de Judea) y el reino del norte (el resto de las tribus de Israel), enemistadas entre sí. Entonces fue llamado un profeta en el sur. Él tenía el encargo de anunciar al reino del norte su destrucción, en caso que ellos no cambiasen su comportamiento.
Ellos detestan a aquel, quien les dice la verdad
Amós denunció por
esto públicamente las condiciones corruptas e injustas en el país: Violencia,
soborno, explotación de los pobres, orgías de los ricos con excesos sexuales,
religión exteriorizada. La justicia es "convertida en ajenjo" y la legalidad
echada por tierra (5, 7). El profeta forastero con este mensaje choca en
todo el país con una resistencia encarnizada. Las gentes "aborrecieron al
reprensor en la puerta de la ciudad, y al que hablaba lo recto abominaron"
(5, 10), así dice la palabra profética. En especial los sacerdotes se oponen
a él, y lo denuncian al rey: "Amós se ha levantado contra ti en medio de la casa
de Israel; la tierra no puede sufrir todas sus palabras." (7, 10)
Las terribles condiciones imperantes en Israel tendrán
consecuencias. Con ilustrativas comparaciones Amós hará referencias a la ley de
causa y efecto: "¿Rugirá el león en la selva sin haber presa? ¿Dará el leoncillo
su rugido desde su guarida, si no apresare?" (3, 4) Y Amós profetiza:
"Las casas de marfil perecerán; y muchas casas serán arruinadas" (3, 15).
Y: "Jehová, el Señor, juró por su santidad: He aquí que vienen sobre vosotras
días en que os llevarán con ganchos, y a vuestros descendientes con anzuelos de
pescador; y saldréis por las brechas una tras otra y seréis echadas del palacio,
dice Jehová" (4, 2-3). Y también su modo de actuar lo pone el profeta en
relación a la causa y su efecto: "¿Se tocará la trompeta en la ciudad, y no se
alborotará el pueblo?" (3, 6). Pues el como profeta indica qué es lo que
pasará si el pueblo no cambia. Al mismo tiempo muestra el camino mediante el
cual se puede iniciar el cambio y cómo las personas pueden evitar la amenaza del
desastre.
Maduros para el final
De esta manera le
llega al pueblo la palabra del Señor a través de Amós: "Buscadme, y viviréis"
(5, 4). Los cuernos santificados por los sacerdotes del altar de Bet-el
serán cortados y caerán al suelo (3, 14). Por esto: "y no busquéis a
Bet-el ni entréis en Gilgal [los "santuarios" de los sacerdotes] …, porque
Gilgal será llevada en cautiverio, y Bet-el será deshecha. [En vez de esto]
Buscad a Jehová, y vivid" (5, 5-6). "Buscad lo bueno y no lo malo, para
que viváis; porque así Jehová, Dios de los ejércitos, estará con vosotros, como
decís… Pero corra el juicio como las aguas y la justicia como impetuoso arroyo."
(5, 14 y 24)
A
esto, el sumo sacerdote Amasías hace expulsar a Amós del país: "Vidente, vete,
huye a tierra de Judea, y come allá tu pan, y profetiza allá; y no profetices
más en Betel, porque es santuario del rey y capital del reino." (7, 12-13)
Amós en contra de esto sigue fiel a su cometido. Con humildad reconoce frente al
sumo sacerdote una última vez: "No soy profeta ni soy hijo de profeta, sino que
soy boyero y recojo higos silvestres. Y Jehová me tomó de detrás del ganado y me
dijo: Ve y profetiza a mi pueblo Israel." (14-15)
Pero el sumo sacerdote consagrado por los hombres como "intermediario de Dios",
ya no permite que Dios pueda hablar por boca profética. En su interior el
agricultor y profeta ve ahora un canasto con frutas maduras cosechadas, y
nuevamente percibe la voz de Dios. Él escribe: "Y me dijo Jehová: Ha venido el
fin sobre mi pueblo Israel; no lo toleraré más" (8, 2). Así les anuncia
la muerte al Sumo sacerdote y al pueblo su destrucción. Luego tiene que huir del
reino del norte, Israel.
Una vez más un corto tiempo para el regreso
A Israel aún le
quedan algunos años. Tiempo suficiente para escuchar al profeta. Pero la gente
no lo hace. En vez de esto se toman el tiempo para armarse militarmente. El
imperio asirio debe ser detenido de su afán de conquistar Israel mediante el
poder de las armas. Como los hermanos del sur no quieren participar en este
plan, el rencor del norte se dirige primeramente contra aquellos. Israel entra
primero en guerra contra Judea, la tribu "disidente" del sur. Amós aparentemente
pasa al olvido e Israel, en contra de las profecías, obtiene la deseada victoria
militar. Jerusalén, la capital de la tribu del sur, es rodeada por los ejércitos
unidos de las tribus del norte junto a los aliados norteños, los arameos. Pero
Jerusalén no cae (ver 2ª de Reyes 16, 5). Luego la guerra da un giro, en
vez de dejarse conquistar por sus propias gentes del norte, la tribu de Judea
prefiere pedir ayuda a la potencia Asiria. Este llamado de auxilio cabe
plenamente en los planes del gran rey asirio. El ejército de Asiria es
movilizado nuevamente y se pone en marcha en dirección a Palestina. La meta:
Israel del norte con su capital Samaria.
Ahora los atacantes se transforman en atacados. En comparación a
Asiria, el pequeño país de Israel logra resistir al ejército asirio por algunos
años. Sin embargo, en el año 772 a. C. llega el final. La capital Samaria es
sitiada y conquistada, las gentes son deportadas, "y no quedó sino solo la tribu
de Judea"
(2ª de Reyes 17, 18). Amós con sus advertencias no pudo detener la caída
del reino del norte. Las tribus israelitas del norte son definitivamente
derrotadas, tal como lo había profetizado Amós, y unas pocas personas que
quedaron se entremezclan con los pueblos vecinos.
Hambre de pan espiritual
El profeta no solo
ha revelado el acontecer exterior de las cosas. También se dirige a lo interior
del hombre, el ansia por Dios y la verdadera esencia de los humanos. "He aquí
que vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra,
no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová", así dice
una palabra del profeta (8, 11). Primeramente esta profecía se relaciona
con la intranquilidad y desesperación interna, pues se habla más sobre esa
hambre: "E irán errantes de mar a mar; desde el norte hasta el oriente
discurrirán buscando palabra de Jehová, y no la hallarán" (8, 12). Sin
embargo, en medio de los tiempos de sufrimiento ya se ha iniciado el cambio de
era. Así, el cultivador de higos del reino del sur amplía al final de su
revelación con una protesta al futuro: "He aquí que vienen días, dice Jehová, en
que el que ara alcanzará al segador, y el pisador de las uvas al que lleve la
simiente; y los montes destilarán mosto, y todos los collados se derretirán. Y
traeré del cautiverio a mi pueblo Israel, y edificarán ellos las ciudades
asoladas, y las habitarán; plantarán viñas, y beberán el vino de ellas, y harán
huertos y comerán el fruto de ellos. Pues los plantaré sobre su tierra y nunca
más serán arrancados de su tierra que yo les di, ha dicho Jehová Dios tuyo"
(9, 13-15). Algunos dicen que esto fue hace mucho y que ya ha pasado hace
tiempo. Otros dicen que falta mucho aún, y otros dirán que este tiempo ya ha
comenzado …
Fue en el año 600 a. C. – un año difícil para Jerusalén y Judea –, la única tribu sobreviviente en Israel. La potencia de Babilonia ha reemplazado al imperio Asirio y ya no se podía detener con medios militares. Conquistaba país tras país y los anexaba al nuevo gran imperio. Judea, el ex reino del sur de Israel, aún seguía independiente. ¿Cómo se comportarían sus jefes, como se comportaría la población?
En estos tiempos fue dada la palabra de Dios por medio del profeta Jeremías: Israel no se debía oponerse a Babilonia mediante la fuerza. Dios iba a guiar a su pueblo por un tiempo difícil, hasta que le llegase su destino también a Babilonia e Israel pudiese volver a vivir en libertad. Sin embargo, la superioridad política y religiosa en el Israel de ese entonces se oponía al profeta, lo combatió y se armó para la guerra contra Babilonia. Dios empero consolaba a Jeremías y constantemente lo volvía aponer de pie. Durante casi 50 años el profeta Jeremías estuvo al lado del pueblo. Él no se rindió y mantuvo su lealtad a Dios y a los hombres. Su recompensa fue la ingratitud. Al final, así dice la tradición, Jeremías fue lapidado por el airado pueblo. Antes Dios le había mostrado el futuro: "He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judea … Daré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo." (31, 31.33)
Jeremías es apresado y se encuentra solo
En contra de las
advertencias de Jeremías, los políticos y los sacerdotes de Israel se deciden
por la guerra defensiva contra Babilonia. Esta determinación es también una
sentencia contra el profeta y la superioridad de los israelitas, y le dicen al
rey: "Muera ahora este hombre; porque de esta manera hace desmayar las manos de
los hombres de guerra que han quedado en esta ciudad y las manos de todo el
pueblo, al decirles tales palabras" (38, 4). Entonces Jeremías, como
traidor al pueblo, es echado en una fosa de cieno para que muera de hambre.
Sin embargo, "hubo también un hombre que profetizaba en nombre de Jehová, Urías
hijo de Semanas… el cual profetizó conforme a todas las palabras de Jeremías"
(26, 20). También este habrá de ser ejecutado. Cuando Urías sabe de su
condena, logra primero huir a Egipto. Pero Israel lo hace perseguir y exige a
Egipto su extradición. Estos ceden. De regreso a Jerusalén el profeta es
acuchillado por orden del rey. Ahora solo queda Jeremías, quién deberá sufrir
una tortuosa y más lenta muerte que su compañero Urías. Pero un empleado de la
casa real de Israel se compadece del profeta. Él logra un indulto parcial, y la
condena a muerte es abolida. Ahora Jeremías es encerrado junto al palacio Real.
Comprar un campo, antes que el país sea conquistado
Allí Jeremías recibe
el encargo de Dios de comprar en su patria Anatot un campo. Jeremías suspira,
pero se acuerda de la anunciación para el país y reza a Dios: "y les diste esta
tierra, de la cual juraste a sus padres que se la darías, la tierra en que
fluyen leche y miel; ¿y tú me has dicho: Cómprate la heredad por dinero, y pon
testigos; aunque la ciudad sea entregada a manos de los caldeos?" (32,
22.25). Y Jeremías recibe la respuesta: "He aquí que yo soy Jehová, Dios de
toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?" (V. 27)
Así Jeremías compró el campo por 17 piezas de plata, también como
señal para los otros, como símbolo para el futuro. Y Dios sigue hablando: "Y
poseerán heredad en esta tierra de la cual vosotros decís: Está desierta, sin
hombres y sin animales, es entregada a manos de los caldeos." (32, 43)
Israel militarmente no tiene ninguna posibilidad de vencer a Babilonia. A raíz
de su arriesgada resistencia corren ríos de sangre. Para romper la resistencia,
la potencia babilónica actúa en forma radical: Las casas y los muros de
Jerusalén y Judea son arrasadas, y la mayoría de los sobrevivientes son
deportados. Jeremías, sin embargo, después de la entrada de las tropas
babilónicas, es liberado.
Nuevo desprecio y agravio del Profeta
Algunos jerarcas del
pueblo derrotados, que habían quedado en el país, además de la población, se
acercan a Jeremías y piden por la "palabra de Dios" a raíz de la nueva
situación. Mientras tanto, la mayoría ya había tomado la decisión de abandonar
el asolado país lo ante posible, no quieren más guerra y tampoco quieren seguir
sufriendo hambre. Egipto, creen, es militarmente suficientemente poderoso para
desafiar a Babilonia, y además allí habría suficiente comida. Pero Dios dice
otra cosa. Él sabe lo que es mejor para el pueblo si este se queda en el país
prometido y lo reconstruye: "Si os quedáis en esta tierra, os edificaré, y no os
destruiré; os plantaré … No temáis de la presencia del rey de Babilonia, ha
dicho Jehová, porque con vosotros estoy yo para salvaros y libraros de su mano."
(42, 10-11)
Una palabra inequívoca dada por boca de un profeta. Y Jeremías
como convalidación se compra un campo. ¿Qué harían los demás? La primera
respuesta que el populacho le grita a Jeremías es: "Mentira dices" (43, 2).
Se origina una gran intranquilidad en la asamblea: Cada vez más ciudadanos lo
ven del mismo modo como el primero que gritó. Y así nuevamente se impone en el
pueblo la convicción de no escuchar al profeta. El pueblo de Israel se dirige a
Egipto. Pero aquel que quiere seguir a la "palabra de Dios" y quedarse en el
país no obtiene ninguna oportunidad. Así también Jeremías se ve obligado a
viajar a Egipto.
La "Reina del cielo" no ayuda
Sin embargo, la vida en Egipto se configura en forma totalmente distinta a como lo habían esperado los israelitas. Es un duro batallar por existir, por sobrevivir. En esta situación ellos cuestionan su fe. ¿Por qué no rezar al mismo dios de los egipcios? Si le rezamos a la "diosa de los cielos", el destino haría un giro y a nosotros nos volverá a ir bien. Así piensan los israelitas. Finalmente los sacerdotes y los jerarcas del pueblo deciden: Desde ahora será honrada la diosa del cielo, la "gran diosa" de Egipto. En esta situación Jeremías nuevamente percibe en su interior la "palabra de Dios". Él advierte nuevamente al pueblo sobre el nuevo desastre, si Israel comienza ahora a cultivar el culto de esta diosa. ¿Y cómo será la reacción? ¿Recapacitarán los israelitas para abandonar su intención? Nada de esto sucede. La "gran diosa" deberá ayudar a Israel. Sin embargo, la nueva religión no trae nada. Por el contrario: En vez de una mejoría de la situación de vida se origina una nueva hambruna y nuevas pestes y estas cobran una víctima tras otra. Lo israelitas se embrutecen cada vez más y la violencia y los asesinatos aumentan. Ahora también los días del profeta están contados. Jeremías es asesinado bajo condiciones desconocidas, así dice la tradición. Al fin solo queda un pequeño grupo de israelitas miserables.
Nuevo comienzo para los que yacen en el suelo
Los pocos
sobrevivientes recapacitan. Deciden regresar a Israel. Allí mientras tanto
también aparecen los primeros que fueron desterrados a Babilonia. Mientras tanto
el gran imperio babilónico había caído en manos de Persia, tal como lo había
profetizado anteriormente Jeremías. Mucho tiempo se perdió, que hubiera servido
para la bendición del país y de su gente. Pero Israel recibe una nueva
oportunidad, que es la de construir su país y su sociedad según los Mandamiento
de Dios. Y la palabra de Dios, expresada por Jeremías, se cumple por un corto
periodo: "Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.
Aún te edificaré, y serás edificada, oh virgen de Israel; todavía serás adornada
con tus panderos, y saldrás en alegres danzas.
Aún plantarás viñas en los
montes de Samaria …" (31,3-5)
Las Iglesias
enseñan que Jesús habría sido el último profeta. Pero Jesús mismo no enseña esto
expresamente. Él advierte de la presencia de los "falsos profetas" y explica en
qué se pueden reconocerlos frente a los "verdaderos profetas de Dios":
"Cuidaos de los
falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son
lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los
espinos o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el
árbol malo da frutos malos … Así que por sus frutos los conoceréis" (Biblia,
Mateo 7, 15-17.20). En otro lugar Jesús habla del "Espíritu de la
Verdad", quién anunciará más verdades aún que aquellas que el propio Jesús trajo
al mundo: "Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis
sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de Verdad, él os guiará a toda la
verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que
oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir" (Juan 16, 12-13). Y
también Pablo sabe naturalmente de otros profetas, cuando escribe: "Vosotros,
pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular. Y a unos puso
Dios en la Iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros,
luego los que hacen milagros, después los que sanan…" (1ª
de Corintios 12, 27-28)
Las Iglesias, al contrario de Jesús y Pablo, enseñan que las profecías,
respectivamente las "revelaciones", han terminado con Jesús y que ahora habría
comenzado la era de la Iglesia. Esto quiere decir: La Iglesia no quiere ni
necesita profetas, ya que para ella existe la Biblia, y esta es interpretada por
los exegetas y teólogos eclesiales. Esta situación también se puede clarificar
prácticamente: ¿Alguien se puede imaginar que un papa, cardenal, arzobispo y un
decano escucharía a un profeta, cuando el "mundo divino" quisiera corregir a un
dignatario? ¿O alguien se puede imaginar que un profeta puede cambiar una de las
más de 2000 enseñanzas del catecismo católico? ¿O que pueda cambiar algo en una
de las confesiones de fe evangélicas? Nunca jamás. Pues si un profeta hablase
allí o allá, entonces la profecía debería concordar con el "canon" (= la guía
obligatoria eclesial), como lo han establecido los teólogos de la Iglesia. Los
profetas siempre fueron mensajeros incómodos, y dirigieron sus palabras
constantemente contra el cristianismo institucionalizado. Por esto allí solo se
toleran a los profetas "caseros y palaciegos", quienes solo "profetizan" sobre
aquello que está en concordancia con la enseñanza de los teólogos eclesiásticos
y los sacerdotes. Esto ya era similar en tiempos del Antiguo Testamento, cuando
las profecías del profeta de Dios, Jeremías, fueron contradichas por el profeta
"palaciego" y sacerdote auxiliar Ananías (Jeremías 26). Los indolentes y
los tercos le creían a Ananías, pero Jeremías tuvo la razón. Y el pueblo no
aprovechó la oportunidad de evitar la desgracia. Y en los tiempos de Cristo esta
situación empeoró, debido a que la Iglesia estaba influenciada de antemano
contra los profetas, mientras que en el Antiguo Testamento por lo menos existía
cierto intento de escucharlos. En consecuencia los profetas y las personas con
mensajes proféticos fueron constantemente insultados por parte de los sacerdotes
y teólogos de la Iglesia y se les llevó con prontitud a la hoguera. De este modo
a los profetas después de Cristo les fue de modo parecido a aquellos del Antiguo
Testamento. Su vida estaba constantemente amenazada.
Y así,
también en los últimos 2000 años, hombres y mujeres profetas han hablado
repetidas veces a los cristianos, habiendo sido acaparados por la Iglesia,
sucediendo esto eventualmente después de la muerte de estos, cuando ellos ya no
podían defenderse. A veces también fueron tolerados. Pero muchas veces se les
acalló, calumnió e incluso ejecutó. En nuestros tiempos desde un principio han
sido ridiculizados, y en los medios de comunicación masiva todos son calificados
de "chiflados" o "sectarios" y metidos en un mismo saco, todos aquellos que a la
Iglesia no les son de su agrado. Así también en la actualidad a muchos
contemporáneos se les insulta y descalifica.
Y de este modo uno se podría preguntar: ¿A dónde ha llevado la Iglesia a la
cristiandad? ¿Y qué les ha traído la Biblia eclesial a los seres humanos en los
1700 años pasados? Constantemente se ha hecho referencia a ella para no solo
justificar guerras y para explotar el planeta Tierra. Constantemente se ha
interpretado la Biblia justificando los hechos. De esta manera el estado en que
está la Tierra y la sociedad muestran algunos de los frutos que se han obtenido
con ello. ¿Y que habrían logrado los profetas si se les hubiera escuchado?
A continuación se dan algunos ejemplos en los cuales se puede examinar a cada
profeta de acuerdo con los "frutos" de los cuales habló Jesús: Montanus, Mani,
Marción, Bogumil, Girolamo Savonarola, los profetas de Zwickau Markus Stübner,
Thomas Drechsel y Nikolaus Storch (ver
http://www.theologe.de/theologe10.htm),
Hans Böhm (der "Pfeifer von Niklashausen"), Sebastian Franck, Jakob Böhme,
Johann Georg Gichtel, Emanuel Swedenborg, Birgitta de Suecia, Hildegarda de
Bingen, Mechthild de Magdeburgo, Teresa de Ávila, Catarina de Siena, Joaquín de
Fiore, o en nuestros tiempos Gabriele de Würzburg (http://editorialgabriele.com/product/biografia-la-enviada-del-cristo-de-dios/)
como también a innumerables nombres de profetas desconocidos, profetas mujeres y
emisarios de Dios que dejaron sus vidas en las hogueras de la Iglesia.
Literatura en elación con profetas y sacerdotes:
Walter Nigg, Prophetische Denker, Löschet den Geist nicht aus (Pensadores
proféticos, No extingáis al Espíritu), Rottweil 1986, ISBN 3-89201-004-8,
con el excelente y muy informativo capítulo Das Prophetische im christlichen
Geschichtsraum (Lo profético en el ámbito histórico cristiano). Le siguen
emocionantes biografías en relación a los pensadores "proféticos" John Henry
Newman, Sören Kierkegaard, Fedor Dostojewski y Friedrich Nietzsche.
"Jesús volverá",
dice en el testimonio de fe de las iglesias. ¡Pero ay, si realmente regresa!
Basta el sano entendimiento humano para darse cuenta de que Él no bendecirá ni
aprobará los dogmas, las confesiones de fe, los ritos ni las ceremonias. Tampoco
visitaría al Vaticano para darles las gracias a sus supuestos representantes por
lo bien que el papa y sus antecesores han defendido en forma tan "valiente" Su
posición durante los últimos 2000 años.
Si
viniera en forma silenciosa posiblemente pediría, primeramente de forma amable,
que se corrieran las enseñanzas de la Iglesia en lo que se refiere a Su persona.
Sin embargo, ya con esto se haría enemigo de la Iglesia, ya que la enseñanza
eclesial en sus bases esenciales es "infalible" y ya no es posible efectuar
ninguna corrección (ver el dogma de la infalibilidad 1870; ver también la
enseñanza
Nº 85 de
Neuner-Roos).
Esto en primera línea es válido para la enseñanza católica romana, pero en el
fondo también para la enseñanza protestante, según la cual Dios se habría
manifestado en la Biblia de forma concluyente y determinantemente obligatoria.
En
caso de que regresara Jesús, aun cuando fuese muy cuidadoso, el conflicto con
las grandes Iglesias [la católica y la protestante] sería inevitable. Ya que
estas deberían escucharle, si fuesen realmente la Iglesia de "Jesucristo". Pero
esto con seguridad no lo harán. Las iglesias han edificado demasiadas cosas que
está en contra de Jesús de Nazaret (ver los distintos temas en
https://www.theologe.de/teologo.htm):
La enseñanza; las jerarquías y el aparato burocrático; los concordados y los
tratados internacionales; las cámaras de tesoros y las innumerables reliquias;
La amplia jurisprudencia religiosa como el Codex Iuris Canonici (CIC), la
tradición; la parafernalia y el espectáculo y el hábito (= "teatralidad" y
"afectación") de los jerarcas, la jornada mundial de la juventud y las fiestas
litúrgicas, etc. La Iglesia, para la justificación de su existencia, necesita de
los supuestos "misterios de Dios" y de la fe de la gente, como que si la Iglesia
pudiera, mediante sus prédicas y sacramentos, procurar el Cielo a los creyentes
(ver
El Teólogo N° 32).
Un Jesús que regresa, que desvela los "misterios de Dios" y que les explica a
las personas todo lo que es importante, sería el fin del poder eclesial. Pero
los señores de las Iglesias y sus ayudantes no se rendirían tan rápidamente. Con
dientes y garras combatirían para lograr sobrevivir, para mantener su poder y
sus privilegios, como lo han hecho siempre en los últimos 2000 años.
Así Jesús, si ya no fuese cuidadoso, le arrancaría la máscara al
papa. Y volvería a exclamar sus "ayes", como lo hizo frente a los teólogos y
escribas de Su tiempo: "Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!
porque cerráis el reino de los cielos a los hombres; pues ni entráis vosotros ni
dejáis entrar a los que quieren entrar" (Mateo 23, 13). Y los hipócritas,
con sus cuellos almidonados y la cruz colgando de sus cuellos y pegadas en sus
chaquetas, se volverían a juntar para discutir cómo podrían eliminar a este
"sectario", el "auto denominado Cristo", el "falso profeta", el "falso Cristo",
el "gurú totalitario", el "charlatán", el "falso prometedor de salvación". Hasta
se presentarían "pruebas", para "desenmascarar" a Cristo. La prueba sería:
Cristo no se atiene a los dogmas y las confesiones de fe y ni siquiera a la
Biblia, y solo se sacaría de ella aquellas partes que fuesen desagradables. Pero
la Biblia, como un todo, sería la "base indiscutida de todo el cristianismo
mundial". Y los dogmas y las confesiones de fe serían la interpretación legítima
de la Biblia. Y en contra de todo esto estaría el Cristo retornado: un
"presuntuoso", presumiblemente un psicópata impulsado por "fantasías de grandeza
maniáticas", mientras que la Iglesia por su parte mantiene en alto la consagrada
tradición de innumerables generaciones; Él, por Su parte, simplemente opone.
"Pero yo os digo …".
Si a
pesar de todas las calumnias Él obtuviera una buena recepción por parte del
pueblo, la Iglesia no aceptaría esto así como así. Ya que ella dispone de muchos
medios y caminos. Si volviese a trabajar como un exitoso y apreciado carpintero,
se diría al respecto que no hay que hacerle encargos a una "empresa sectaria".
También se les haría "advertencias" a los gremios de feriantes correspondientes,
para que Él no recibiera un puesto en una feria. Se establecería que ningún
periódico ha de hacer publicidad de sus productos. Se podría justificar la
negativa diciendo que Su enseñanza no es compatible con la política de la
editorial correspondiente. La Iglesia tiene a su gente en todos los puestos
importantes, lo que es también una señal para demostrar a las personas la tarea
eclesial de poder otorgar la "sanación universal". Y así en todas partes se
podría "poner en evidencia" en forma correspondiente a ese crítico Jesús, o,
donde se considerase necesario, actuar en contra de él política o jurídicamente.
Y los políticos inclinarían nuevamente respetuosamente su cerviz frente al poder
de la Iglesia. Como decía un jerarca eclesiástico al término de la segunda
guerra mundial: "La iglesia no necesita revertirse, seguramente la mayoría
siente esto como un reflejo de la eternidad." (Decano Georg März de Würzburg,
citado según C. Vollnhals, Evangelische Kirche und Entnazifizierung, München
1989, pág. 134)
Durante casi 2000 años gobernantes y reinantes han venido y
desaparecido. Pero la Iglesia se ha mantenido – al lado de los, a la sazón
reinantes –, o – con una buena previsión – futuros gobernantes. Y constantemente
esta se dejó obsequiar con riquezas, privilegios y favores. Pero siempre que el
Cielo se inclinó un poco hacia la Tierra, a través de un profeta, la silla de s.
Pedro en Roma y su taburete evangélico-protestante comenzaron a tambalearse.
¿Cuán peligroso sería entonces para ellas la venida de Jesús? No existe un
peligro mayor para las Iglesias. ¡Ay, si realmente regresase una segunda vez!
¡Ay, ay! ¿No fue clavado acaso en una cruz? ¡No se quedó amablemente silencioso
después de Su resurrección? ¿No se ha logrado acallar en los últimos siglos a
todos los profetas "herejes" venidos de Cristo y de Dios? ¿No se ha defendido la
Iglesia con éxito contra las "herejías" y las sectas? ¿Volverá Él ahora?
¿Provocará Él a las Iglesias a llevar a cabo el "combate final"?
La Iglesia no necesita a un Cristo que regrese. La Iglesia ha llegado a ser una
institución poderosa, la institución más poderosa de todo el orbe. Ella no es un
lugar donde puedan pulular predicadores ambulantes chiflados. La Iglesia tiene
su Biblia. La Iglesia tiene sus dogmas, y los creyentes repiten semana a semana
la confesión de fe apostólica. Y la Iglesia tiene al papa. Su "Urbi et orbi",
penetra poderosamente en todos los palacios de este mundo y también en la última
choza al borde de la civilización. Y cómo lo aclama la gente cuando
constantemente regresa donde ellos. Ningún dinero es demasiado para el papa y su
corte. Este hombre les da esperanzas. Él es un modelo. Y les da fuerza, también
a los evangélicos luteranos. Y naturalmente que la Iglesia también tiene a su
cuidado a Cristo. Ella se lo adjudicó como un dios silencioso, balbuceando
desamparado en el retablo, o manteniéndolo callado en la cruz. Se dice que allí
nos habría salvado. Esto habría de ser suficiente. ¡Ay! si nuevamente osara
regresar …
Nota:
Las citas bíblicas son según la Biblia de Reina-Valera (El traductor)
Link:
Revista "Der Theologe", editado por Dieter
Potzel, edición Nº. 20: Elías, Amós y Jeremías – los profetas como
mensajeros incómodos para el pueblo / Profetas desde Jesús de Nazaret,
Wertheim 1996, citado según
theologe.de/profetas.htm, versión del 7.8.2022 |
De Abrahán a Gabriele– El autor explica la Palabra de Dios a lo largo de una gran panorámica histórica. Hombres y mujeres enviados por Dios nos están transmitiendo sin interrupción el gran plan de Dios: el regreso de todos los seres caídos a la eterna casa del Padre. Desde Abrahán hace unos 4000 años hasta Gabriele en la actualidad. La palabra de los profetas se cumple a pesar de todas las formas de oposición por parte de las religiones sacerdotales – editorialgabriele.com |
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